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El entramado digital


En las últimas semanas vengo leyendo diferentes artículos y opiniones que analizan los últimos datos de la venta de libros el Informe de El Sector de Libro en España. Mención especial a los análisis que hace nuestro querido Manuel Gil en su blog Antonimias Libro.

 

Hay muchas y diferentes razones por las cuales el sector del libro está atravesando su particular tormenta, aunque si hacemos caso a las afirmaciones de Guillermo Schavelzon, ahora se lee más que nunca, se imprime más que nunca y las ventas, tanto en libro impreso como en digital siguen (aunque poco) subiendo.

 

Hay dos temas que me preocupan especialmente, y si has leído más entradas de este blog y lo habrás percibido, que son la estrategia editorial en cuanto a lo digital y la experiencia de usuario. Tanto en una como en la otra coinciden una serie de cuestiones que han hecho que el despegue del libro digital haya sido dispar y un tanto decepcionante para todos aquellos que profetizaron la desaparición de los libros impresos frente a la “apisonadora digital”.

 

Una de estas cuestiones, desde mi punto de vista, es el “despiste digital”. El despiste digital que tienen tanto las editoriales como los lectores. Este despiste viene dado, como apunta Fania Hall en su obra “El negocio de la edición digital”, porque para que el negocio digital funcione el sector editorial se ha visto obligado a introducir en la ecuación de sus estrategias a un socio muy incomodo: Las empresas tecnológicas, o como dirían algunos amigos la “cacharrería o el hierro”. Máxime cuando la supervivencia de este socio incomodo viene dada por que funcione su obsolescencia más que programada.

 

De repente nos encontramos con que las estrategias digitales están totalmente condicionadas a las decisiones de los fabricantes de los soportes de lectura (tabletas y readers) y de las grandes plataformas de comercialización, que casualmente son los dueños de eses soportes, lease Apple-iPad, Amazon-Kindle.

 

Este condicionamiento afecta a todas y cada una de las estrategias que las editoriales quieran plantear (sin ir más lejos hace unos días Apple cambiaba sin previo aviso algunas especificaciones de cómo están demandando los archivos de los eBooks), así como a las decisiones que han de tomar los lectores a la hora de comprar un dispositivo de lectura.

 

La razón principal por la cual estamos ante esta situación es porque el sector editorial no ha ocupado el lugar que le pertenece en todo el entramado digital, algo que jamás habrían permitido en el libro impreso. Es muy habitual encontrarse con editores que controlan hasta el último detalle de la producción de sus libros, control que les lleva a comprar su papel y llevárselo al impresor, hacer cientos de kilómetros para que la tripa perfectamente impresa llegue al mejor encuadernador, pero que no tienen ni idea de cómo funciona la composición de un eBook, desconociendo lo que es un HTML, el CSS, el TOC, o los metadatos, entre otros. Para eso ya están los departamento informáticos.

 

Dicha desidia a la hora de conocer el mundo digital llegó al canal de comercialización y decidieron que si había compañías como Apple y Amazon que les hacían el trabajo comercial, para que montar ellos unos canales adecuados para que los libros llegaran a sus lectores digitales.

 

Esta decisión, que poco a poco se demuestra equivocada, dejó fuera del negocio digital a las librerías, que si querían acceder al contenido digital tuvieron que esperar a que llegaran los agregadores de contenido que permitieran a sus tiendas on line acceder a los catálogos digitales de los libros que tanto se esforzaban por vender en versiones impresas. Y esto en el mejor de los casos ya que muchas editoriales han elegido basar su proyecto únicamente en los dos gigantes anteriormente mencionados, privando así a las librerías de poder acceder a sus contenidos digitales.

 

Dichas decisiones provocaron que las editoriales hicieran cada una su guerra por su cuenta, no poniéndose de acuerdo en la lección de un formato digital consensuado, muy al contrario de lo que pasó con la música donde el MP3 es el formato universal. Esta poca estrategia de conjunto llega a los lectores que no saben en que dispositivo invertir porque no saben en que formato encontraran el contenido. Y aunque está afirmación a los que estamos en el mundo del digital nos parece un tanto “absurda”, nos sorprendería conocer que es lo que nuestros lectores opinan.

 

Actualmente estamos viendo como dos fenómenos pueden ayudar a poner un poco de cordura a todo este entramado. La apuesta de las Bibliotecas por lo digital, que está haciendo que las ventas crezcan y que por lo tanto los editores que no se habían preocupado de las posibilidades de lo digital empiecen a hacerlo, y por otra parte ha empezado a aparecer plataformas que están atendiendo a nichos de mercado especializados, de esta manera las librerías que tradicionalmente han atendido a estos nichos están accediendo a los contenidos digitales.

 

Ante todo este entramado, todavía no se ve que los modelos de suscripción funcionen, aunque creo que para ciertos nichos acabará funcionando, pero para esto mejor leer a Bernat Ruiz Domènech que lo explica mejor que yo.

 

Abrazos

 

@juantrivi